ESTRATEGIAS QUE PUEDEN FAVORECER LA CONVIVENCIA EN CASA
Infórmate, pero sin obsesionarte. Conocer más sobre la enfermedad puede ayudarte a entender mejor lo que está pasando. Saber que ciertas conductas son parte del trastorno (y no algo personal contra ti) puede ayudarte a tomarte las cosas de manera más relajada.
Cuida la comunicación. Habla con claridad, sin gritos ni reproches. A veces es mejor esperar a que la persona esté más tranquila para conversar. Escucha más que aconseja, pero tampoco dejes de decir lo que tú piensas.
Pon límites con cariño. Es sano poner límites. No se trata de permitir todo por “entender su enfermedad”. El respeto tiene que ir en ambas direcciones.
No intentes ser terapeuta. Tu rol es el de familiar, no el de psicólogo/a. Escucha, acompaña, pero no cargues con la responsabilidad de hacer que mejore. Eso le corresponde a los profesionales.
Fomenta rutinas y estabilidad. Las rutinas (comidas, sueño, horarios) ayudan a dar estructura y seguridad. No hace falta tener todo controlado, pero sí crear un ambiente lo más predecible posible.
Evita discusiones cuando hay mucha tensión. Si ves que la situación se está desbordando, es mejor parar y retomar cuando todo esté más tranquilo. A veces lo mejor que puedes hacer es no escalar el conflicto.
Busca momentos agradables juntos. Intenta que no todo gire en torno a la enfermedad. Compartir una película, una comida, una charla sin hablar del problema también ayuda a fortalecer la relación.
Pide apoyo y descansa cuando lo necesites. Cuidar cansa. Y no pasa nada si tú también necesitas ayuda o simplemente un rato para ti. No es egoísmo: es tu salud.